A pesar de 30 años de culto al individualismo, a la competencia salvaje, a la tendencia a convertir todo en mercancía, el campo y la actividad agropecuaria ha permitido mantener lazos solidarios que se expresan aún en las comunidades campesinas y nativas de nuestro país. A contracorriente de un sistema depredador en el que todo vale si de obtener ganancia se trata, aun cuando ese todo vale incluya el daño irreparable al medio ambiente, los espacios comunales y su relación con la tierra persisten en su resistencia a dejarse vencer por la codicia, y en su lucha por la tierra, el agua y la naturaleza en su totalidad.
En este día del campesino que está por terminar, conviene darse cuenta del verdadero tamaño de la resistencia campesina, de su lugar en la seguridad alimentaria, de su defensa de la soberanía alimentaria y se decisión permanente de hacer justicia con el medio ambiente.
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